Erich Salomon, fotoperiodista indiscreto

En 1928, la revista alemana Berliner Illustrirte Zeitung comenzó a publicar algunas destacadas fotografías espontáneas de líderes mundiales. Una de las fotos, tomada en una conferencia cumbre importante en Lugano, Suiza, mostraba a ministros clave de seis de las naciones más poderosas reunidos alrededor de una pequeña mesa de té en un hotel alpino. Mientras los otros ministros se acercaban para escuchar, el usualmente reservado secretario de Relaciones Exteriores británico, Sir Austen Chamberlain, fué captado con los ojos restallantes y un cigarro posado entre sus dedos mientras desarrollaba un punto. En otras fotografías, delegados a la Liga de las Naciones en Ginebra – los que generalmente aparecían en la prensa prolijamente arreglados alrededor de la mesa de conferencias con expresiones duras y congeladas – se transformaban súbitamente en humanos que bromeaban, bostezaban, dormitaban y charlaban entre sí después del almuerzo. Tomas tan reveladoras de políticos y otra gente famosa son todavía raras; más de medio siglo atrás, eran revolucionarias.

El hombre responsable por esta pequeña revolución logró su cometido por tener la percepción de usar una cámara casi universalmente descartada por los fotógrafos y por la temeridad de penetrar en santuarios donde pocos fotógrafos lo habían intentado antes. No era un veterano hombre de prensa ni un imprudente joven rompe-puertas. Más bien, fue un hombre retraído llamado Erich Salomon quien, a la edad de 42 años ya era pelado, usaba anteojos, algo panzón, y siempre impecablemente vestido. Hasta un año antes, no había tomado una fotografía más seria que una instantánea, ni usaba una cámara más compleja que la Brownie de su mujer. Se convirtió en fotógrafo casi por accidente, y pronto se vió cabalgando sobre la cresta de una ola que cambiaría la naturaleza del reportaje fotográfico.

Las fotografías de Erich Salomon se expandieron rápidamente a todas las publicaciones alrededor del mundo. En 1929, el Graphic de Londres acuñó la frase «candid camera» para describir su técnica. Con el tiempo, la prensa lo bautizó como el «Houdini de la Fotografía», el «Maestro de la Indiscreción», el «Cameraman Invisible». Un diario fué tan lejos como para llamarlo «Diógenes con una Cámara». Sin embargo, la descripción que más le gustaba era «Historiador con una Cámara», y el término que inventó para describirse a sí mismo fué Bildjournalist – que todavía es la palabra alemana equivalente a fotoperiodista.

Aunque muy a menudo se aventuraba dentro de recintos judiciales y salas de concierto, y a veces en los hogares de los famosos, Erich Salomon fue principalmente un fotógrafo de eventos políticos. Desde el comienzo, llevado por sólidos instintos periodísticos, así como por un fuerte sentido histórico, se reservó para sí los más importantes hechos de su tiempo – la casi contínua ronda de conferencias internacionales. París, Ginebra, Berlín, Lugano, y la Haya fueron algunos de los sitios donde los estadistas se reunieron durante los años entre las dos guerras mundiales. En vano trataban de resolver el embrollo de problemas suscitados en la primera lucha, tratando de parar la ola de inquietud política y económica que estaba llevando al Oeste a un segundo conflicto.

Antes que Salomon entrara en escena, las fotografías de estos eventos casi siempre eran duras y posadas, desprovistas de vitalidad. El fotógrafo de noticias mal pago, enviado a conseguir una foto utilizable, casi siempre regresaba con fotografías de diplomáticos rígidos tratando de mantener una expresión agradable en medio de un explosivo flash de magnesio. Fotógrafos más imaginativos, bajo la influencia de los pictorialistas, trataban de obtener una imagen más realista, capturando a los hombres de estado trabajando con sus papeles o con la mirada perdida en la distancia. En el mejor de los casos, estos últimos eran hábiles arreglos que revelaban sólo el rol asumido por hombres que estaban muy conscientes de la cámara.

Las fotos de Salomon surgieron como un contraste destacado. Eran vistas íntimas, no posadas, tomadas cuando los sujetos menos lo esperaban – y por primera vez, exponían a los hombres debajo de sus máscaras públicas. El equipo usado era parcialmente responsable. Salomon eligió una cámara que le permitía fotografiar en interiores sin flash y mantener un muy bajo perfil. Pero, como siempre, el ojo detrás de la cámara era mucho más importante, y pocos fotógrafos desde entonces han duplicado su percepción. Mostraba poco interés por la belleza formal y más por la belleza que surge de una acción captada en su punto más maduro y revelador – lo que Cartier-Bresson, siguiendo el surco que había trazado Salomon, llamaría el «momento decisivo». Como resultado, sólo la vestimenta y los fondos aparecen fuera de época en las fotografías de Salomon. Sus sujetos todavía están vivos, y cincuenta años después, todavía podemos ver a los hombres que tenían el futuro en las palmas de sus manos cuando Salomón los fotografió: apostadores desaprensivos jugando con el destino del mundo, se los ve tan inconscientes de los riesgos como lo están de su cámara.

Aunque comenzó tarde, la vida anterior de Salomon lo había preparado bien para sus propósitos fotográficos. Nació en 1886 en una próspera familia germano-judía bien asimilada en la sociedad berlinesa. Su padre era banquero y miembro de la bolsa de valores; su madre provenía de una línea de destacados editores. De joven tuvo el tiempo y dinero suficiente para explorar una variedad de carreras posibles. Primero estudió zoología, luego cambió por ingeniería antes de dedicarse al derecho y obtener su graduación en 1913. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, fue enrolado en el ejército del Kaiser y, al poco tiempo, capturado durante la primera Batalla del Marne. Pasó los siguientes cuatro años en campos de prisioneros de guerra, donde sirvió como intérprete y adquirió la suficiente fluidez en el idioma francés que más tarde le serviría para entrar a las conferencias diplomáticas.

En los años de posguerra, la fortuna de la familia se esfumó en las tormentas inflacionarias que devastaron la economía alemana, y Salomon, luego de un breve período trabajando en la bolsa de valores, se vió forzado a vivir por sus propios medios. Estuvo involucrado en dos aventuras empresarias – primero como socio en una fábrica de pianos y luego como propietario de un servicio de alquiler de automóviles y motocicletas eléctricas. Ambas actividades fracasaron, pero un aviso que puso ofreciendo asistencia legal y financiera gratuita a los clientes de autos de alquiler mientras los conducía alrededor de la campiña, atrajo la atención de la casa editora Ullstein; y en 1925, le ofrecieron un trabajo en su departamento de promoción.

Ullstein era entonces la editora más grande y exitosa de Europa. La casa producía libros y diarios así como las revistas mensuales Die Dame, Uhu, y Guerschnitt . La publicación estrella, sin embargo, era el Berliner Illustrirte Zeitung – un semanario ilustrado con una circulación que llegaría al record de 2 millones de ejemplares en 1930. Bajo la dirección de Kurt Szafranski, el periódico había sido revitalizado en los años de posguerra, dando mucho mayor énfasis a la fotografía, y su éxito había suscitado el surgimiento de un gran número de imitadores.

En Ullstein, Salomon estaba a cargo de los afiches en vía pública de las revistas. En 1927, luego de numerosos juicios contra granjeros que se rehusaban a adherir a los términos de los contratos para instalar carteleras en sus propiedades, Salomon pidió prestada una complicada cámara de estudio al departamento fotográfico para documentar alguno de los lugares que sirvieran de evidencia ante la corte. La fotografía lo fascinó inmediatamente, y pronto comenzó a tomar imágenes para los diarios de Ullstein mientras llevaba a su familia durante las salidas de fin de semana en el campo. Compró la cámara de uso periodístico standard en esa época – una Contessa Nettel de 13 x 18 cms – pero, disconforme con su tamaño y peso, se puso a la búsqueda de un instrumento más pequeño y manejable. Un vendedor le presentó la Ermanox, una cámara de placa aproximadamente del tamaño de las actuales SLR 35 mm.

Combinando una lente de gran apertura con un pequeño tamaño de imagen, la Ermanox se convirtió en la primera cámara apropiada para tomar fotografías en pobres condiciones de luz. En los cuatro años que había estado en el mercado, pocos fotógrafos la habían utilizado para hacer tomas dentro de teatros o en las calles de noche. La mayoría huía de la Ermanox debido a que era tediosamente difícil de enfocar con precisión y a que la pequeña placa de 41/2 x 6 cms. requería ampliación. Para Salomon, sin embargo, estas dificultades eran menores comparadas con el potencial del instrumento – con él podía sorprender a sus víctimas. El artista había descubierto su medio. Y continuó usando la Ermanox hasta 1932 en que cambió por una Leica.

Luego de experimentar y dominar la técnica de la fotografía en interiores con luz existente, Salomon no tuvo inconveniente en convencer a Szafranski que le permitiera cubrir el publicitado juicio de un asesino de policías para el Berliner Illustrirte . Cualquier fotografía tomada en una corte de justicia, donde la fotografía estaba prohibida, sería un logro para el diario, pero las que obtuvo Salomon eran extraordinarias. No solamente captaban perfectamente la atmósfera del juicio sino que también incluían nítidos, dramáticos primeros planos del procesado, su madre, los abogados, y los testigos. Salomon lo consiguió escondiendo su cámara en un sombrero bombín, cortando un agujero para el lente. El último día de sesión, cuando un asistente de la corte finalmente descubrió lo que hacía y le exigió los negativos, Salomon recurrió a un truco que usaría más de una vez en situaciones similares. Le entregó placas sin exponer, se declaró arrepentido, y se retiró con las placas expuestas todavía en sus bolsillos. En 1928, sólo un año después de haberse interesado en la fotografía, la carrera de Salomon estaba lanzada.

Pronto cubrió otro sensacional juicio por asesinato. Esta vez, Salomon, un confeso adicto a los «gadgets», escondió su Ermanox en una valija attaché equipada con una intrincada red de levas para accionar el disparador. Cuando estas fotografías fueron profusamente publicadas a lo largo y ancho de Europa, abandonó su posición en el staff de Ullstein para convertirse en profesional full-time. Ese mismo año, cubrió la primera serie de conferencias internacionales: el encuentro cumbre en Lugano, una sesión de la Liga de las Naciones en Ginebra, y la firma del pacto de desarme Kellogg-Briand en París, donde tranquilamente entró y tomó el asiento del delegado polaco ausente. En su tiempo libre, frecuentaba eventos diplomáticos y sociales en Berlín.

El año siguiente, 1929, fue igualmente productivo. Además de cubrir la primer conferencia de La Haya, se las arregló para anular el encierro tanto del gabinete alemán como de la corte suprema durante deliberaciones privadas. Durante el primero de sus viajes a Inglaterra, tomó una escalofriante fotografía de los jueces de la Cámara de Apelaciones preparando una sentencia de muerte – una imagen que permaneció sin publicar durante años cuando Salomon descubrió que había cometido una ofensa punible con tres meses de prisión bajo la ley británica. A fin de año, por pedido de la revista Fortune , fue a California. Mientras estuvo allí, pudo obtener una encantadora serie de fotografías de Marlene Dietrich haciendo una llamada transatlántica a las 4 de la mañana a su hija en Berlín. También registró el primer atisbo de vida íntima en la afamada mansión San Simeon de William Randolph Hearst. Aún en esta etapa inicial de su carrera, el estilo de Salomon había madurado completamente, y muchas de las fotografías que tomó durante sus primeros dos años como profesional están entre sus más famosas. El retrato cándido revelador de gente y eventos ya era reconocido como su marca de fábrica a través del mundo.

Los primeros dos años de Salomon también fueron testigos del surgimiento de un número de destacados fotoperiodistas pioneros. Algunos fueron inspirados por Salomon; otros aportaron su estilo distintivo en el mundo periodístico. Como Salomon, habían sido entusiasmados por los semanarios ilustrados alemanes – especialmente el Berliner Illustrirte de Ullstein y su principal rival, el Munchner Illustrierte Presse . El diario de Munich había comenzado como una imitación provinciana del Berliner, pero hacia 1929, bajo la sensible edición de Stefan Lorant, había superado su modelo en el uso imaginativo y sofisticado de las notas fotográficas. Estas revistas hacía tiempo que estaban a la búsqueda de buenos fotógrafos. A comienzos y mediados de 1920, habían publicado fotos de deportes en acción tomadas por Martin Munkacsi y poéticos ensayos de viajes de André Kertész. Pero fué solo durante estos dos años, 1928 y 1929, que finalmente se desarrolló un cuerpo de elite que incluía a Salomon, Felix Man, George y Tom Gidal, Umbo, Alfred Eisenstaedt, y Kurt Hübschmann. Todos eran dedicados y perceptivos reporteros con cámaras, y juntos crearon el estilo incisivo y realista que se ha convertido en la base del fotoperiodismo moderno.

De estos pioneros, Erich Salomon, con sus estratagemas y hábiles subterfugios, fue el que captó la imaginación del público. Alimentada en parte por su propio gusto en relatar sus aventuras, todo un folklore acerca de las vicisitudes que atravesaba para conseguir una fotografía. Sombreros y valijas attaché no eran los únicos medios que usaba para esconder su cámara. Le tomó un primer plano al Presidente Hoover en un banquete en Washington usando un arreglo floral que estaba en la mesa como camouflage. Una correa fijada a su brazo le permitió obtener la primera fotografía de la Corte Suprema de Estados Unidos en sesión. Y una serie de libros de matemáticas calados, le permitieron penetrar en los salones del casino de Monte Carlo – un ambiente aún más sacrosanto que los encuentros políticos que cubría.

Por supuesto, no siempre los trucos de Salomon funcionaban. En un intento por infiltrarse en un encuentro de nobles escoceses, llegó con su cámara metida dentro de una gaita, pero fue inmediatamente expulsado debido a que estaba vistiendo la falda de un clan rival. En una conferencia en La Haya, intentó tomar una fotografía de líderes importantes que se encontraban en el balcón de un cuarto piso disfrazándose de pintor, alquilando una escalera de seis metros de extensión y contratando un equipo de seis personas, pero la conmoción que causó fue tal que los delegados huyeron – con el representante británico quejándose en voz alta.

En un nivel menos espectacular, también era un maestro en encontrar el lugar más adecuado o la ventana abierta de una embajada. Más a menudo, Salomon descansaba en su propio camouflage natural para pasar cordones policiales y lineas de seguridad hacia el centro de la acción. De edad y estatura medianas, algo blando en apariencia, se comportaba con dignidad y un seguro sentido de corrección. No había mucho que los distinguiera de la cantidad de funcionarios políticos. Siempre vestía correctamente: en jacket o smoking para banquetes y recepciones; con un traje conservador hecho a medida la mayor parte del tiempo. A menudo alquilaba una limousine y llegaba a los encuentros a la manera de un dignatario menor.

Salomon también desarrollaba un casi perfecto sentido de «timing» en desarmar a cualquiera que intentara interceptarle el paso. «Si uno se para delante de las puertas de un salón de conferencias y le pregunta al hombre a cargo si puede pasar», escribió, «lo más probable es que el hombre le diga todas las razones por las cuales no se puede pasar. Si, en cambio, antes de que comience el encuentro uno ya está adentro, el hombre a cargo tiene que pedirle que salga del salón – esto requiere un esfuerzo psicológico mayor de su parte». En otras oportunidades seguía otra regla – llegar exactamente una hora más tarde, cuando sabía que los porteros, cansados del sofocón de los arribos anteriores, estarían con la guardia baja. En ocasiones, esperaba el arribo de una persona prominente y simplemente se pegaba a él como si fuera un miembro de la comitiva.

Debido a su background y edad, Salomon exhudaba un aura de sofisticación mundana. Hablaba varios idiomas, conocedor de los asuntos políticos, y cuando era importante tener un título, podía legítimamente ser llamado «Doctor» – como podía hacerlo cualquier otro graduado de una escuela de derecho alemana. Con facilidad se ganó un gran número de amistades en los círculos políticos y económicos, y muchos estaban más que dispuestos a ayudarlo. «Luego de un tiempo», señalaba, «descubrí que difícilmente hubiera una gran conferencia internacional o encuentro importante en el cual no tuviera un amigo presente. Y un cómplice confiable es el primer requisito invalorable para este trabajo».

Tanto si requería ayuda como si no la necesitaba, Salomon rápidamente descubrió que una vez que estaba dentro de una sala de conferencias, salón de banquetes, o aún una asamblea parlamentaria había una aceptación general de su presencia por parte de gente que eran básicamente gentiles y no dispuestos a crear problemas. De modo que raramente recurría a sus trucos de esconder la cámara, ya que aunque la Ermanox tenía una óptica avanzada para la época, todavía era necesario hacer exposiciones de un cuarto de segundo o más, haciendo necesario el uso de un trípode. Pero, aunque su cámara estuviera ostensiblemente montada sobre un trípode y todo el mundo sabía que estaba tomando fotografías, Salomon lograba que sus sujetos ignoraran cuando disparaba la cámara. Hacía todo lo posible para que él y su cámara se fundieran en el fondo. Con frecuencia se alejaba del trípode, con un largo cable disparador en su mano. Para evitar hacer un click perturbador, con frecuencia colocaba un silencioso obturador Compur sobre el frente del lente. Y aunque tenía que cambiar placas luego de cada toma, nadie parecía notar cuando lo hacía. La mayoría de sus sujetos se mostraban realmente asombrados cuando veían las fotografías que les había tomado.

Hoy día, teniendo en cuenta lo larga que eran las exposiciones, es sorprendente que Salomon obtuviera tantas tomas sin movimiento en las figuras. De nuevo, tenía éxito porque era un maestro del timing. Era capaz de disparar el obturador justo en el momento en que existe una casi imperceptible pausa en el movimiento – capturando, por ejemplo, el instante en una conversación cuando la persona que habla duda y sostiene su expresión y gesto, mientras que los oyentes permanecen inmóviles con atención. A pesar de limitaciones técnicas, él era capaz, en general, de capturar el momento quintaesencial.

Debido a su tenaz persistencia, modo no intrusivo, y resultados dramáticos, Salomon pronto encontró menos y menos barreras a su presencia en lugares donde otros fotógrafos eran excluídos. En realidad, muchos hombres de estado comenzaron a desarrollar una general aceptación a su ubiquidad. A comienzos de los años 30, el gabinete alemán se preparaba para un encuentro secreto en un pequeño bote con miembros del gobierno laborista británico. Cuando al Primer Ministro Prusiano, Dr. Otto Braun, le preguntaron si Salomon podía subir a bordo, sonrió, se encogió de hombros y dijo, «Por supuesto, es inevitable. Hoy en día, se pueden llevar a cabo conferencias sin ministros, pero no sin el Dr. Salomon». En la apertura de otro encuentro internacional, el Ministro de Relaciones Exteriores francés, Aristide Briand, divirtió a sus compañeros delegados mirando alrededor del salón y exclamando: «Dondo está el Dr. Salomon? No podemos empezar sin él. La gente creerá que esta conferencia no es importante!»

En realidad, muchos hombres de estado reconocieron casi desde el comienzo que la importancia de las fotos de Salomon era algo más que transitoria. En Noviembre de 1931, Time informó que «El Presidente Hoover podría no haber autorizado la presencia del Dr. Erich «Candid Camera» Salomon en la Casa Blanca si el Premier Laval de Francia no hubiera insistido diplomáticamente. Igual que Benito Mussolini, Ramsay MacDonald, y el Canciller Brüning, Pierre Laval está convencido que las instantáneas del Dr. Salomon son documentos históricos que deben preservarse para la posteridad…» Era un punto de vista que Salomon mismo comenzó a suscribir cada vez más.

Para 1931, Salomon había alcanzado el apogeo de su carrera. Para celebrar su cumpleaños cuarenta y cinco y la publicación de su libro, Famous Contemporaries in Unguarded Moments , organizó una fiesta para cuatrocientos miembros importantes de la sociedad berlinesa en el elegante Hotel Kaiserhof, sorprendiendo y divirtiendo a sus invitados con una proyección de las fotografías «candid» que les había tomado en ocasiones anteriores. Sin embargo, la celebridad de Salomon en su patria tuvo corta vida. Sólo un año después, retornó de un segundo viaje a America para encontrar a Hitler con su cuartel general establecido en el Kaiserhof y la República de Weimar en proceso de agonía. Aunque todavía tenía tiempo para obtener algunas fotos elocuentes sobre las tropelías de los Nazis en el Reichstag, Salomon, como muchos otros, pronto se preparó para irse.

A diferencia de sus colegas de los diarios alemanes que fueron a Estados Unidos e Inglaterra, Salomon decidió establecerse en Holanda, que era el lugar de nacimiento de su esposa. Basado en La Haya, todavía tenía un sitio de privilegio de donde observar la escena política continental y cubrió muchos hechos clave. También continuó viajando. Gran Bretaña, en especial, lo fascinaba, e hizo frecuentes visitas para fotografiar a líderes del gobierno y de la oposición así como a miembros de la familia real – aunque fracasó en sus reiterados intentos de romper los diques de contención que el sentido de discreción británico había eregido alrededor del Palacio de Buckingham y las Casas del Parlamento. Durante este período, también empezó a tomar más y más fotografías en salas de concierto, y finalmente, logró obtener tomas de acción de los grandes directores de este siglo – casi siempre ocupando un asiento en medio de la orquesta.

Hacia finales de la década de 1930, comenzó a concentrarse en la vida social y política holandesa. Fué invitado a Estados Unidos por la revista Life, una de las nuevas revistas ilustradas que habían comenzado a editarse y que utilizaba muchas de sus fotografías. Pensó en emigrar, pero finalmente lo descartó. Pronto sería demasiado tarde para irse. En Mayo de 1940, la Blitzkrieg Nazi se tragó a los Países Bajos en cuatro días. El fotógrafo «candid» que había sido la niña mimada de la sociedad berlinesa apenas unos años antes, sólo era reconocido por sus propios compatriotas como «el judío Salomon» y fue forzado a llevar una estrella amarilla. En 1943, las Leyes de Nuremberg y la implementación para la «solución final» extendida a las naciones ocupadas por los alemanes, provocaron que Salomon y su familia tuvieran que buscar un escondite. Fueron delatados por la lectura de un medidor que revelaba un incremento en el consumo de gas. De acuerdo a los registros de la Cruz Roja, Erich Salomon murió en Auschwitz en Julio de 1944, un mes después del desembarco aliado en Normandía.

La carrera de Salomon como fotoperiodista fue breve – apenas algo más de una década. Pero durante ella, fue un verdadero historiador con una cámara, documentando una de las épocas pivote en la historia moderna. Forjó un estilo que inspiró a muchos fotógrafos hoy más famosos que él, pero nunca fue superado como el maestro de la persona pública en momentos privados.

Peter Hunter (Salomon)